La marcha comienza en la muela caliza de los Palancares, agujerada, según los geólogos, por sumideros kársticos, puntos donde al agua de lluvia, en vez de correr formando ríos y valles, ha ido disolviendo verticalmente y en derredor la roca durante milenios, en la que existen alrededor de 30 torcas –la más profunda roza los 100 metros y la más ancha los 700–, conformando el enclave más espectacular de la serranía baja de Cuenca a sólo 20 kilómetros al este de la capital. La senda empieza cerca de la torca del Agua, sigue por el Torcazo, la torca del Lobo, la más llamativa por su gran tamaño y sus paredes cortadas a plomo, y continúa por todas las demás (la del Tío Agustín, la del Tío Demetrio, la Honda, la Larga, las Mellizas, de la Novia, etc.); torcas invadidas por encinas, quejigos y pinos laricios, algunos de ellos gigantes como el Abuelo, el más viejo de Cuenca, cuyo tronco de 500 años es visible desde el camino. Otro pino singular recibe el nombre de Candelabro, con más de cuatro siglos y seis enormes brazos que le dan nombre.
La marcha continúa entre pinos y monte bajo en dirección a las cercanas lagunas de Cañada del Hoyo, -algunas de ellas se encuentran en una finca privada-, de igual origen que las anteriores pero inundadas por el agua al alcanzar el manto freático, con cambios de color que parece ser tiene que ver con un proceso en el que intervienen microorganismos.
Desde estas últimas directamente nos dirigimos por camino al pueblo de Cañada del Hoyo, situado a unos 3,5 kmts., donde finaliza la marcha.
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